El calentamiento afecta a toda la Antártida
Imagen de la Antártida que muestra el calentamiento del continente, muy significativo en la parte occidental (rojo), significativo en la Península y ligero en la parte oriental. (Foto: 'Nature')
Hasta ahora se ha creído que el continente blanco se estaba enfriando
Un nuevo estudio afirma que la Antártida se calienta como el resto del planeta
Tana Oshima Madrid
Actualizado viernes 23/01/2009 06:11 horas
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Hoy, la revista británica Nature pone fin al confuso debate sobre la temperatura de la Antártida con un estudio que afirma que el continente austral, en su totalidad, también se está calentando.
Parecía una extraña excepción: todo el globo se calentaba menos la Antártida. Durante años, los escasos datos que tenían los científicos para calcular las variaciones de temperatura en todo el continente antártico indicaban que, salvo la pequeña península que apunta hacia Chile y Argentina, la Antártida se enfriaba, desafiando la tendencia al calentamiento en el resto del planeta.
Una cosa era cierta en el anterior debate: la Antártida oriental, aproximadamente la mitad este del continente, se enfrió en los años 80 y 90. Un importante estudio publicado en la estadounidense Science en 2001 dio con la clave de este enigma. La pérdida de ozono -por el agujero debido a la emisión humana de aerosoles- enfría la estratosfera, lo cual hace que fuertes vientos rodeen la Antártida, impidiendo que las masas de aire de latitudes bajas, más cálidas, alcancen el interior del continente.
Pero una nueva técnica de medición más completa, desarrollada por Eric Steig, de la Universidad de Washington en Seattle (EEUU), y colegas, con la ayuda de la NASA, ha mostrado que la destrucción de la capa de ozono sólo afectó a la Antártida Oriental. Afectó, en pasado, porque incluso la mitad este del continente está volviendo a caldearse -con la recuperación del ozono- en la actualidad, volviendo a la tendencia que siguió hasta los años 80.
La nueva técnica estadística desarrollada por Steig y colegas combina las mediciones por satélite (infrarrojos térmicos) y los datos recogidos de las estaciones meteorológicas, con series que se remontan a hace 50 años (al primer Año Geofísico Internacional, en 1957). Hasta ahora, las valoraciones de temperatura en la Antártida se basaban sólo en la información que daban las estaciones meteorológicas, casi todas situadas en la costa. Poco decían, en realidad, sobre el interior del continente, donde, además, hay muy poca presencia de científicos.
(Foto: REUTERS)
(Las incursiones humanas hacia ese interior inhóspito son cada vez más frecuentes. En estos momentos, un grupo de científicos chinos va camino del centro de la Antártida, en la llanura de mayor altitud del continente, donde esperan encontrar hielos de hasta 1.200.000 años de antigüedad repletos de información sobre cómo era el clima en el pasado).
Calor en la Antártida Occidental
Pero los autores del estudio descubrieron que los datos de las estaciones meteorológicas coincidían con los datos de satélite, por lo que decidieron utilizar estos últimos para deducir las variaciones de temperaturas en las zonas del interior sin estaciones meteorológicas.
Los resultados indican que no sólo la Península, como se creía hasta ahora, sino también la Antártida Occidental, han registrado un aumento significativo en la temperatura del aire desde 1957 (de más de 0,1ºC por década en esta última). Esta vasta región apareció incluso con un mayor calentamiento que la Península, y es de hecho la más susceptible de perder sus plataformas de hielo (extensiones de hielo continental que se adentran en el mar), como está ocurriendo con la plataforma Wilkins -ésta, en la base de la Península-, y como ha ocurrido con otras nueve en estos 50 años.
Así, el calentamiento de la mitad oeste del continente ha sido tal que supera el enfriamiento durante 20 años de la mitad este, por lo que, en total, el balance ha sido positivo, es decir, de calentamiento en estas cinco décadas. Según Steig, la pérdida de hielo marino en la costa de la Antártida occidental ha hecho que ésta se caliente más que la Antártida oriental.
La pérdida de hielo marino tiene dos efectos sobre el clima. Primero, el agua del mar se vuelve mucho más cálida que el aire, por lo que la atmósfera se calienta. En segundo lugar, un mar sin hielo tiende a provocar tormentas, las cuales arrastran el aire cálido del norte hacia la Antártida Occidental. «No es muy distinto del calentamiento de la costa occidental europea durante el invierno. El aire cálido de latitudes bajas, junto con las relativamente cálidas aguas del Atlántico Norte, tienden a mantener cálida la costa europea en comparación con la costa este de Norteamérica», añade Steig.
Diferentes mediciones
Como glaciólogo, Adolfo Eraso, de la Universidad Politécnica de Madrid, apoya los resultados de Steig. «¡Por fin, cuánto me alegro!», responde a la noticia del estudio. Eraso lleva nueve años con el proyecto Glackma midiendo cada hora en determinados periodos de tiempo la descarga de los glaciares tanto en el Ártico como en la Antártida (para lo cual mete, a sus setenta y tantos años, sus pies descalzos en aguas de cero grados, «ni frío ni calor»).
«Los resultados dependen mucho de dónde se tomen las medidas», puntualiza. «En la zona alta de un glaciar, que es donde se suelen hacer las mediciones, a menudo la masa que se gana suele ser superior a la que se pierde. Pero en cotas más bajas... ¡se está perdiendo más masa de la que se gana!», enfatiza.
(Las incursiones humanas hacia ese interior inhóspito son cada vez más frecuentes. En estos momentos, un grupo de científicos chinos va camino del centro de la Antártida, en la llanura de mayor altitud del continente, donde esperan encontrar hielos de hasta 1.200.000 años de antigüedad repletos de información sobre cómo era el clima en el pasado).
Calor en la Antártida Occidental
Pero los autores del estudio descubrieron que los datos de las estaciones meteorológicas coincidían con los datos de satélite, por lo que decidieron utilizar estos últimos para deducir las variaciones de temperaturas en las zonas del interior sin estaciones meteorológicas.
Los resultados indican que no sólo la Península, como se creía hasta ahora, sino también la Antártida Occidental, han registrado un aumento significativo en la temperatura del aire desde 1957 (de más de 0,1ºC por década en esta última). Esta vasta región apareció incluso con un mayor calentamiento que la Península, y es de hecho la más susceptible de perder sus plataformas de hielo (extensiones de hielo continental que se adentran en el mar), como está ocurriendo con la plataforma Wilkins -ésta, en la base de la Península-, y como ha ocurrido con otras nueve en estos 50 años.
Así, el calentamiento de la mitad oeste del continente ha sido tal que supera el enfriamiento durante 20 años de la mitad este, por lo que, en total, el balance ha sido positivo, es decir, de calentamiento en estas cinco décadas. Según Steig, la pérdida de hielo marino en la costa de la Antártida occidental ha hecho que ésta se caliente más que la Antártida oriental.
La pérdida de hielo marino tiene dos efectos sobre el clima. Primero, el agua del mar se vuelve mucho más cálida que el aire, por lo que la atmósfera se calienta. En segundo lugar, un mar sin hielo tiende a provocar tormentas, las cuales arrastran el aire cálido del norte hacia la Antártida Occidental. «No es muy distinto del calentamiento de la costa occidental europea durante el invierno. El aire cálido de latitudes bajas, junto con las relativamente cálidas aguas del Atlántico Norte, tienden a mantener cálida la costa europea en comparación con la costa este de Norteamérica», añade Steig.
Diferentes mediciones
Como glaciólogo, Adolfo Eraso, de la Universidad Politécnica de Madrid, apoya los resultados de Steig. «¡Por fin, cuánto me alegro!», responde a la noticia del estudio. Eraso lleva nueve años con el proyecto Glackma midiendo cada hora en determinados periodos de tiempo la descarga de los glaciares tanto en el Ártico como en la Antártida (para lo cual mete, a sus setenta y tantos años, sus pies descalzos en aguas de cero grados, «ni frío ni calor»).
«Los resultados dependen mucho de dónde se tomen las medidas», puntualiza. «En la zona alta de un glaciar, que es donde se suelen hacer las mediciones, a menudo la masa que se gana suele ser superior a la que se pierde. Pero en cotas más bajas... ¡se está perdiendo más masa de la que se gana!», enfatiza.
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